viernes, 9 de octubre de 2020

Entre las 6 y las 11

 

De espejos y relojes está lleno este universo, y es tan pequeño que solo tiene una puerta.
Vos Horacio, ¿cómo hacías para dormir sin la Maga? Cansado, con un no sé qué en los pensamientos...
Mira que ya hace años que se fue y aun extiendo la mano pensando hallarla en mi cama. 

Se aguanta, se exige y se abandona el barco en cada puerto, en cada bar o en cada vaso solitario, cuando esa es la opción... Tengo la mente cansada, de tanto jugar con mis sentimientos. Mareas lunares, regurgitando episodios de mi vida, entre las 6 y las 11 me muero pero queda de mí el recuerdo, como esas fotos donde apareces vos aunque no regresas.
Universo en desencanto, un libro con páginas en blanco.

Anhelo el lugar al que nunca fui, la persona que no supe ser, los sueños que jamás se cumplieron, la vida que desperdicié resaltando la visión estereotipada de las cosas en mis ojos. Hay noches como esta, cuando hasta la Luna me oculta su rostro. Y la noche no me habla, ni siquiera para acusarme.
Se aguanta, se exige y se abandona el barco en cada puerto, en cada bar o en cada vaso solitario.

Entre las 6 y las 11, donde pende la vida de una gota de lluvia extraviada de los ojos del cielo.

Resulta hasta cómico ver como se utilizan eufemismos para cosas prohibidas. No solo son palabras

bonitas, son lo que significan y lo que hacen de nosotros su significado.

Ustedes sabían que en este mundo hay historias irrompibles, cuentos eternos que se cuentan una y otra vez, historias que se repiten, susurrando amoríos. Yo si lo sabía, pero me hice el sordo por estima propia. Pero la historia se sigue contando.

Vos, amor de mi vida, a quien siempre he tuteado. Quiero ver tu rostro, cuando coexistes con otros. Cuando eres tú, libre de mí.
Vos, vos, vos... en todas partes. Y tu voz, justo en mis oídos.

La sombra, la sombra nocturna, forma renovada de sí mismo en las horas de la memoria.

No, no me mal interprete. No le extraño. Es solo, que me es por tendencia escribir, cuando sus ojos me desbordan. Las orillas de la cama se vuelven abisales en noches, con cotas de recuerdos.

Entre las 6 y las 11, donde pende la vida de una gota de lluvia extraviada de los ojos del cielo.