lunes, 16 de agosto de 2021

Dulcinea Salto

 

Dulcinea se suicidó y el Quijote aun la busca en el fondo de esa botella de oporto. Independientemente de su función como ser humano intermitente, era de ser la luz de mis días. –dijo-.

Mira si de pronto, amanezco y no tengo corazón, y no siento y no extraño y no sufro. Y así de repente ganas tú, y alguien es feliz...

Como quisiera escalar por tus piernas, leer el secreto que tu falda esconde en jeroglíficos, ese que solo mis manos saben interpretar. Esos molinos de viento que saben rascar la panza de la pasión que se apaga.

Dándome clases de poesía, pero sin labios que besar son meras palabras al azar.

        Y de alguna manera, estas, pero no estas.

¿Me hubiera reído suavemente y maldecido vehemente al paso de lo incierto que siempre fue amigo, hasta que me guardo el secreto, del por qué? Un afear con la ausente, un verdadero drama en la tragedia más convencional de la escritura y una sonrisa que borra los desatinos...

Este Kismet del que soy presa y partenaire con el deseo de regreso. Lo sé, es difícil penetrar en ese corazón que alberga el amor y el odio sin diferenciar uno del otro. Pero somos parecidos conocemos el dolor. Heraldos del antagonismo, una sonrisa por cada copa y un molino de viento por cada adiós.

Y están las cenizas, las cenizas que de mi quedaron prueba irrefutable del fuego que dictaba el azar de mi corazón.

Cenizas de creación...

Dulcinea se suicidó y el Quijote aun la busca en el fondo de esa botella de oporto. Independientemente de su función como ser humano intermitente, era de ser la luz de mis días. –dijo-.

Mira si de pronto, amanezco y no tengo corazón, y no siento y no extraño y no sufro.

        Y así de repente ganas tú, y alguien es feliz.