sábado, 23 de noviembre de 2013

Noviembre (Grito de Walkyria)

Grito de walkyria, viento torpe que gira, cruza la esquina y desaparece, sin más escándalo que su propio silencio, así eres tú... Y en el barrio, oscuro, tinto... Casi jovial nos crecen las ganas y las matan las carencias, los adioses, los hola que nunca llegaron.

Lirismo singular, conversacional. Tinta en papel, numerología en el computador, inspiración pura en la mente o en las tripas, nadie sabe. Noviembre que se muere, que se resbala inédito y confianzudo, tan Noviembre, siempre disfrazado destrozado, exquisito lleno de vientos fríos, con olor a flores, con vino, con nubes grisáceas y sol que quema. Tan cumpleaños, tan vejez futura, tan infancia pasada.

Es Luna inexorable que se quita de a poco uno a unos los velos, ya se descubre se muestra plena, no le da frío el clima estereotípico de Noviembre. Me mira; y Yo a Ella. Así ha sido Noviembre y así seguirá siendo aunque no esté acá para admirarlo. Tan épico y epopeyico, tan cruento en realidad, signo rumor de caricias, tan cerca del fin. Que cada año se acerca y no termina de finalizar. Y Yo subía y bajaba las gradas, las conocía de memoria, como el eco sabe con énfasis el camino de regreso a su emisor aunque no tiene ojos. Si, subía y bajaba como maquinita diseñada, como viejo cucú que recorre su escalinata metálica y corre hacia la puerta y realiza su enervante labor despertadora.

No había mucho que hacer aquella mañana, tras el amor solo el desamor quedaba.

Tríptico de la soledad, eso soy cuando no amaneces en mis ojos, Noviembre, disfrazado de persona, de aquella mujer que me besaba noche y día; pantomima del piloto que vuela en mis sueños, mujer cuneiforme sin piedra de Rosseta que me guíe...

Eso eres.

Mi pasado y en re sostenido y mi mundo cabe todo entero, en un bolsillo del pantalón.
Mire el empíreo y dije entre dientes para ti sola esta mañana:

«Un me desperté y un tren inmenso de recuerdos, vino a mi mente...
Recuerdos dulces y agradables de momentos maravillosos e irrepetibles».


Grito de walkyria, viento torpe que gira, cruza la esquina y desaparece, sin más escándalo que su propio silencio, así eres tú... como el eco que sabe con énfasis el camino de regreso a su emisor, aunque no tiene ojos.

martes, 12 de noviembre de 2013

El Crimen de Barreda


Roberto Barrera es otro síntoma de nuestra sociedad corrompida y alterada profundamente en sus valores, es la definición de querella altanera, poder y autosatisfacción que destruye, y sobre su profanación sigue construyendo más daño social. «El crimen de Roberto Barreda», obviamente es la ahora inexistencia ya de Siekavizza, pero el crimen no inicia ahí, «el crimen de Barreda» comienza mucho antes en la evanescente alcurnia del que todo lo quiere, y fue permitido por muchos, por otros y algunos de nosotros.
«El crimen de Barreda» es por inicio ideológico, es el resultado de años de burguesía altanera y presunciosa, producto del berrinche y birria consentida, maquillada y tolerada sin restricción moral. De patología aceptada a cambio de estatus. De poder desmesurado permitido por unos pocos y sufrido por otros muchos. Este crimen como otros no tan televisados son recurrentes y enfermizos, consecuencia del constante y permitido regocijo del económicamente poderoso, por el consentido egocentrismo del que nada paga porque es dueño de todo y del que no pide permiso, porque nunca fue puesto a raya, incluso cuando se presume de familia honrosa de reputación conocida.
De estudios superiores en instituciones de prestigio que pone a la sombra, o esconde cualquier muestra de esta enfermedad moral que inunda los altos estratos (al igual que los bajos estratos) de la sociedad latina en general. Esta blasfemia nace en el seno de la podrida burguesía guatemalteca, bien querida y bien vista por todos. Nunca juzgada, nunca perseguida y siempre admirada por la envidia y la añoranza del que no posee tanto.

Surge en nuestras casas cuando enseñamos a nuestras hijas a enamorarse de príncipes azules en mercedes benz o bmw; o cuando decimos sin mesura a nuestros hijos que con el poder necesario nadie podrá señalarnos. Cuando admitimos en silencio que no importa si el precio es el correcto.
Surge cuando lo socialmente atractivo no debe dar cuenta más allá de su rostro, de su marca, de su apariencia estilizada en comparación del que carece. «El crimen de Barreda» surge cuando no ponemos limite a la barbarie justificada y maquillada.

«El crimen de Barreda» nace al mundo y lo enferma, cuando de toda la vida es consentido y exigente para con los demás sin restricción alguna, como todos los de esta alta esfera, (y algunos de la baja) sin que los condene estrado o tribunal o figura paterna.  El criminal no teme la Ley porque la Justicia esta maniatada y violada por los sobornos por la injusticia, la intimidación y las “falsas creencias”, que a mi fuero externo considero el peor veneno de todos.
«El crimen de Barreda» es solo la parte televisada de otras muchas infamias y cegueras de la sociedad guatemalteca. Es el mero reflejo de la podredumbre adornada de oro y la desfachatez; incluso de los no tan afortunados en cuentas bancarias, y clubes sociales de categoría alegórica, que gustan de reprochar solo en delitos mediáticos e ignorar otros tantos de miles, que ocurren frente a sus ojos y no les importan.

«El crimen de Barreda» es de él, pero en esencia es de todos.

Y seguirá siendo culpa de la totalidad mientras, no nos quitemos la venda social, cultural y mediática que gobierna las mentes nubladas de la sociedad guatemalteca.

Angel Ricardo Ramirez

@GatoDeAzotea06

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Húmeda Humanidad

El Arquetipo de mi felicidad... La sombra de mi silencio. Todo eso eres, y no eres nadie; en la inmensidad de mi ciudad ahora vacía, carente de voces, de besos, de abrazos me he hallado extrañando sin piedad un ficticio llamado cariño.
Se orquesta la música, sonido magistral en la sala, la danza, el vino, la complicidad. Genial pieza, en este rompecabezas inconcluso...

«Húmeda Humanidad».

Me reí para mi fuero externo, pero lo que los otros observaron fueron lágrimas. Lo tuve claro entonces de mis vicios frecuentes; el ideal enmarañado y complicado que llamo corazón, ese que subsiste en la más fría habitación de mi mundo, es mi favorito de entre mi vasta cantidad de herejías y blasfemias.

Y cuando menos lo esperaba, cuando menos lo sentí, Yo ya me había olvidado, «de mi».

Extranjero de mi mente, de tu corazón. Extranjero de todo el mundo para poner a la Dama Blanca, en jaque al filo de una Torre enhiesta! Si!
Con una bonita nulidad.

Una burguesa (falsa) tranquilidad y sarta de conocimientos. Una dosificación muy cautelosa de mi propia versión de los hechos. Genial pieza, en este rompecabezas inconcluso...

«Húmeda Humanidad».

Y es que así estoy, aun ahora (ya sin ti), enamorado de una brillante «mentira», víctima de una oscura «realidad».