martes, 12 de noviembre de 2013

El Crimen de Barreda


Roberto Barrera es otro síntoma de nuestra sociedad corrompida y alterada profundamente en sus valores, es la definición de querella altanera, poder y autosatisfacción que destruye, y sobre su profanación sigue construyendo más daño social. «El crimen de Roberto Barreda», obviamente es la ahora inexistencia ya de Siekavizza, pero el crimen no inicia ahí, «el crimen de Barreda» comienza mucho antes en la evanescente alcurnia del que todo lo quiere, y fue permitido por muchos, por otros y algunos de nosotros.
«El crimen de Barreda» es por inicio ideológico, es el resultado de años de burguesía altanera y presunciosa, producto del berrinche y birria consentida, maquillada y tolerada sin restricción moral. De patología aceptada a cambio de estatus. De poder desmesurado permitido por unos pocos y sufrido por otros muchos. Este crimen como otros no tan televisados son recurrentes y enfermizos, consecuencia del constante y permitido regocijo del económicamente poderoso, por el consentido egocentrismo del que nada paga porque es dueño de todo y del que no pide permiso, porque nunca fue puesto a raya, incluso cuando se presume de familia honrosa de reputación conocida.
De estudios superiores en instituciones de prestigio que pone a la sombra, o esconde cualquier muestra de esta enfermedad moral que inunda los altos estratos (al igual que los bajos estratos) de la sociedad latina en general. Esta blasfemia nace en el seno de la podrida burguesía guatemalteca, bien querida y bien vista por todos. Nunca juzgada, nunca perseguida y siempre admirada por la envidia y la añoranza del que no posee tanto.

Surge en nuestras casas cuando enseñamos a nuestras hijas a enamorarse de príncipes azules en mercedes benz o bmw; o cuando decimos sin mesura a nuestros hijos que con el poder necesario nadie podrá señalarnos. Cuando admitimos en silencio que no importa si el precio es el correcto.
Surge cuando lo socialmente atractivo no debe dar cuenta más allá de su rostro, de su marca, de su apariencia estilizada en comparación del que carece. «El crimen de Barreda» surge cuando no ponemos limite a la barbarie justificada y maquillada.

«El crimen de Barreda» nace al mundo y lo enferma, cuando de toda la vida es consentido y exigente para con los demás sin restricción alguna, como todos los de esta alta esfera, (y algunos de la baja) sin que los condene estrado o tribunal o figura paterna.  El criminal no teme la Ley porque la Justicia esta maniatada y violada por los sobornos por la injusticia, la intimidación y las “falsas creencias”, que a mi fuero externo considero el peor veneno de todos.
«El crimen de Barreda» es solo la parte televisada de otras muchas infamias y cegueras de la sociedad guatemalteca. Es el mero reflejo de la podredumbre adornada de oro y la desfachatez; incluso de los no tan afortunados en cuentas bancarias, y clubes sociales de categoría alegórica, que gustan de reprochar solo en delitos mediáticos e ignorar otros tantos de miles, que ocurren frente a sus ojos y no les importan.

«El crimen de Barreda» es de él, pero en esencia es de todos.

Y seguirá siendo culpa de la totalidad mientras, no nos quitemos la venda social, cultural y mediática que gobierna las mentes nubladas de la sociedad guatemalteca.

Angel Ricardo Ramirez

@GatoDeAzotea06

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