miércoles, 10 de noviembre de 2010

Voz de Ilusion

Es extraño pensar en lo que me hace falta; no quiero con esto confundir un simple deseo por regocijo o por vana obsesión; pero parece tan fácil compararlo con aquello que sentía, con eso a lo que llaman simplemente y a voces “Ilusión”, con aquello que obtenía tan fácil y tan barato dirían y es hasta cómico que sea cierto el saber tal cual esa condición cuando por las mañanas simplemente despertaba con la bendición de mi fugaz y muy personal –cabe decir- , personal fantasía; si tan cortes, tan efímera y embriagante condición de auto convencimiento basado en un “hola” mañanero, cómplice del horario, tramposa incidencia que nos coincidía en esa calle, por esos pasos y avenidas, en ese elevador que se cierra.

Ahora lo comprendo, si es cierto ahora lo comprendo que nunca pague por el beneficio de existir en ese minuto que solo a mi parecía contribuir. Que barata y simple era la felicidad en esos instantes, o cuando inconmutable veía el reloj marcando las 12 de un medio día cualquiera, con la vista tranquila parecía no importar, pero en el fondo me sabia a la espera (entusiasmado o preocupado por el ínfimo atraso) de esa infalible llamada para degustar el diario almuerzo, como si fuera el primer paso de mi vida,
diciéndome:

-ahora bajo, Yo te busco-…

O mas aun, encontrándola esperándome en el pasillo, o susurrando a mi oído que la acompañase aquí o bien allá, daba igual, de memoria iría donde ella así dijera.
Que me hace falta entonces, que puedo argumentar, será aquel mal llamado gancho que me tendía la tristemente celebre Ilusión, las llamadas o quizá los mensajes de texto nocturnos o las citas de domingo con sabor a nada; y que no obstante siempre evalué como buenas o productivas, talvez las películas de mala critica o incluso el reclamo por el trafico cotidiano o la siempre lejana graduación que sabe muy añeja para los dos.

Siempre liados, siempre felices, siempre lejos parece nuestro lema, aunque decir “nuestro” me quede grande por que el Ella y el El, nos queda mejor, si a la medida de dos desconocidos, a pesar de la complicidad de la que fuimos parte, complicidad que recibió a posteriori burla y critica de terceros que nunca de nuestros encuentros nada supieron.
Que barata es la Ilusión - insisto - y hoy que me faltan los hola, encuentro que fue sencillo sentirse bien.

Que frágil era el tacto de la posibilidad que transparente pintaban los muros que existieran entre nosotros, las risas y los comentarios aparcaban la imposibilidad; las frases comprometedoras que promovían el momento y los ocasos tibios y lejanos, con su sonrisa - la de ella -, eliminaban la duda, y normal que fuera Yo el naufrago meditabundo de los mares del antojo que emborrachan al ciego de ilusión; envenenando de esperanza, de tibias manos, de dulces labios…
Pero las ilusiones son cortas, y las ausencias y consecuencias extensas, quien dijo que cobrara caro lo que surgió de regalo y que envidia opaca los cielos o que risas doblan las indiferencias, incluso que charla extensa se enmudece sin razón.

Es extraño pensar en lo que me hace falta; no quiero con esto confundir un simple deseo por regocijo o por vana obsesión; pero parece tan fácil compararlo con aquello que sentía, con eso a lo que llaman simplemente y a voces “Ilusión”, con aquello que obtenía tan fácil y tan barato dirían y es hasta cómico que sea cierto el saber tal cual esa condición cuando por las mañanas simplemente despertaba con la bendición de mi fugaz y muy personal –cabe decir- , personal fantasía.

Es difícil sentir tanto y no sentir nada; todo es fugaz pasajero, la puerta abierta debe cerrarse para que el caudal no se agote, nunca lo negué; pero luego de cerrar la incandescencia de mis propósitos, a veces, que sin querer la llamo a voces que me lleve consigo, porque el vicio de esta mal llamada Ilusión me reclama ir mas lejos en nuevos ojos, ojos que miran el firmamento, ojos de una mujer, que en este instante al igual que Yo, se encuentra sola también.

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