lunes, 22 de diciembre de 2014

Cortos, Cortitos (3) A tientas, tras el umbral

Caminaba en la oscuridad a tientas, sin hacer ruido. Se golpeó el dedo meñique con la mesa de centro, le dolió profundamente, pero no emitió sonido alguno, no quería despertarle, el sueño es sagrado dijo para sí mismo, pero el dolor era un carajo soportarlo.
Prosiguió en la penumbra, dando tumbos y saltitos, como roedor en cocina. Solo quería llegar a la cama, tumbarse a su lado, sentir su aroma. Perderse en pensamientos. Con eso bastaba. Con eso era más que suficiente en ese momento.

Porque hay tantas cosas en el pasillo pensó. Cosas nuevas que no debían estar ahí. Le entorpecían el trayecto de la puerta a la alcoba. Le hacían eterno el corto trecho entre su descanso y su cansancio.
Quizás vaya antes al lavabo, pensó, pero tuvo miedo de verse en al espejo del servicio así que siguió de largo.
Ya casi, ya casi se decía para sus adentros. Necesitaba tanto aquella cama, aquella figura, aquella respiración, aquel descanso.

Giro, lentamente el picaporte de la habitación, sintió el tibio palpitar de aquella persona durmiente, fue una sensación reconfortante. Única y peligrosa.

Sonrió. Sonrió complacido.

Tres o cuatro pasos más hacia la cama, más cerca, más real aquella silueta en la sombra.

Dos pasos, un paso…

Caminaba en la oscuridad a tientas, sin hacer ruido. Se tumbó al lado de su ideal. Aguardo la respiración como queriendo detener el tiempo. Cerró los ojos.

A la mañana siguiente, una mujer abrió los ojos con el primer trinar del amanecer. Sonrió.
Soñé con él de nuevo dijo, soñé que me veía dormir.

Extendió la cama vacía sin ella, debía continuar un día más, sola… desde que él había cruzado el umbral donde termina la vida.




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