Y
firmado el pacto con La Muerte diletante, solo me queda transitar y escribir más
por lo que me queda aún de vida. Renace el día en mi comprensión. Sé de súbito
y no de improviso. Que este es el epílogo de mi canción.
Las
huellas del amor en mi colchón, como maldición que me recuerda, este
multitudinal conglomerado obsceno y recurrente de sueños rotos...
Si,
solo ya sin ti, como en un filme de bajo presupuesto, vas corriendo a
contracorriente con el final súbito de un guion de segunda.
Puro desfase.
Nadie
ha chocado contra el cielo, pero espero que las estrellas estén más lejos de lo
que cuentan, no quiero volver a impactarme en seco.
Quiero
ser libre de ti o esclavo tuyo. En mi habitación llena de libros, de tabaco y
perfumes, de letras propias y ajenas, llena de otros «Yo»... Vacía de ti estoy
proclive a alucinar en este estado de ruptura y silencios.
Si,
ese momento en la caída, cuando todo cobra «sentido» y aunque no hay más nada
por hacer precipitado, el miedo ya no existe cerca al suelo.
Descalzo y viendo hacia arriba...
No necesito alas, estoy en la «caída».
Cerré
los ojos, me exilio al oscuro momento de tu ausencia... Cerré los ojos para no
ver la nada.
Para
engañar al «silencio».
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