Cuando el café en la taza se enfrió entendí muy de prisa lo fugaz de esta vida. Al principio me quemó la comisura de los labios, luego la espera, si la interminable espera entre la congoja y la resignación y luego,
luego el café frío.
Que andarás haciendo tú, tú que habitas súbita en mi mente, que duermes en mi modesto sueño y te robas mis encarnecidos amaneceres de café helado. Tú que sonríes frugal por las mañanas y me pregunto, para quien serán esas sonrisas espontáneas, cuál será la génesis de tus muecas de tu vespertina felicidad.
El aire del ayer congela los días del futuro, y
cuelga del bolsillo de un ciego, la premura de un pensamiento vago y poco
preciso, porque la verdad nunca pude meter letras que no fueran divergentes en
sus ojos.
Si, la interminable espera entre la congoja y la resignación y luego,
luego el café frío.
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