Abrió a los ojos a media luz, las sabanas
cubrían media humanidad latente, se sentó sobre el borde de la cama, extendió
la mano corrió un tanto la cortina, la fría madrugada vestida en llovizna
amenazaba fuera a los desprotegidos, y el viento de la lejanía soplaba silente
de aquí a allá sin muchos espectadores. Sintió el frio recorrer su piel, sintió
su pálida humanidad estremecerse en escalofríos, en congoja.
Giro hacia la cama, entre las
sabanas, respiraba aquella mujer.
Entre la sombra oculta de aquella habitación,
dormitaba aquel magnifico ser, que la mente sola no puede interpretar jamás,
por lo cual recurre al corazón que tiene algo por decir cada que le cuestionan
por incertidumbres. Allí entre frazadas y oscuridad momentánea fulguraba la
silueta de aquel ente que dominaba el paisaje diminuto de un instante frente al
espejo.
Ella, tan solo ella, la mujer
durmiente a su lado, era la compañía. De cierta forma no lograba entenderlo del
todo, no era fácil descubrirse a su
vera; quien puede dijo, como alguien no desvanece ante tal divino espectáculo.
Que debe hacer, acudir al impulso tremendo de
sujetarla y estremecerla contra su cuerpo. O de abrazarla con ternura y
suspirar a su oído, debe acaso rendir tributo a la vida por el mágico instante,
o quizás omitir toda reacción y solo contemplar absorto el cuerpo que irriga de
vida cada centímetro del lecho.
– no lo supo -, como
no lo sabe ahora.
Era irreal, pero entre las sabanas, respiraba
aquella mujer. Ella, esa creatura perfecta que tantas noches había soñado y que
tantas veces invento en otras, antes de que apareciera la soledad disfrazada
con su nombre y sus excesos. Ahí estaba, ahí estaban ambos y al mismo tiempo el
silencio era tal que cualquiera juraría que nadie reposa en aquel recinto.
Guardo el aliento, no quiso respirar… propuso
detener sus latidos –que para ese momento-, eran ya demasiados, pretendió
detener el reloj, el mundo, la vida el universo entero para que aquella figura
continuara absorta en su sueño.
Entre las sabanas, respiraba aquella
mujer….
Estaba viva, aunque parecía ya de otras
latitudes empíreas. Desde el borde de la cama abrió los ojos, descubrió la
oscuridad que menguaba con el amanecer. Sintió el frio recorrer su piel, sintió
su pálida humanidad estremecerse en escalofríos, en congoja.
No era miedo, no era pasión… era exactamente el
reflejo del corredor de sus espejos internos el que se manifestaba. Se trataba
del cumplimiento de un sueño, de un destino añorado de un sentir postergado
tantas veces, que ya tintes añejos le daban sabor a años de experiencia, a un
pasado ya cumplido, a presente por suceder.
Se acercó al blanco hombro desnudo, con cuidado
y despacio. Tiritaron sus labios
Te
Amo le dijo; Pero, aquella mujer que
entre las sabanas respiraba No le escucho.
Bravo maestro. Muy bueno
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